“Para mí el judo es terapia” – Hablamos con Amaia Anso

tres parejas hacen llave de judo a la vez en el gimnasio

Nuestros socios son los protagonistas de todo lo que hacemos y contamos. En esta ocasión, hablamos con Amaia Anso, una joven arquitecta de 28 años y judoka desde su infancia, que asiste a nuestras clases de judo para adultos los lunes y miércoles por la tarde.

 

mujer con judogi en el tatami

 

De alumna a profesora

“Con 4 o 5 años mis padres me inscribieron en la actividad de judo junto a mi primo. Éramos los dos un poco inquietos, puede que pensaran: así tienen un sitio acolchado en el que correr”, ríe. “Además, mi padre hizo judo cuando era joven”.

Su primo dejó la actividad, pero Amaia ha continuado desde entonces, con la excepción de algún año en el que no se ha podido apuntar debido a los horarios u otros motivos. Ahora ella es quien imparte clases de judo a niños de 4-5 años en un colegio.

“Es divertido. Como son tan pequeños, sobre todo intento que se muevan y hagan juegos enfocados al judo. Y me gusta mucho que haya tantas chicas. Yo nunca he tenido a una entrenadora chica y pienso que a ellas les gustará, como a mí me hubiera gustado”.

Uno de los estereotipos de este arte marcial es que está hecho más para los chicos.

“Siempre hemos sido muy pocas. Normalmente se empieza por decisión de los padres, pero al ser un deporte de contacto, si no te termina de convencer lo acabas dejando. Eso les pasa a muchas chicas, pero cada vez veo a más niñas que lo practican”.

Cuenta Amaia que, en competición, las pruebas se hacen por edad, peso y sexo, por lo que cuando ella participaba tenía la oportunidad de practicar con más chicas, con gente de su mismo peso. Aunque de pequeña compitió, hace muchos años que lo ha dejado.

“Para competir hay que entrenar más a nivel profesional, y yo no soy muy competitiva”, confiesa.

 

alumna haciendo una llave de judo al profesor de judo

 

Hacer ejercicio y liberar el estrés

Amaia siempre ha sido muy deportista, y aunque le gusta salir a correr y andar en bici, el judo se mantiene como su deporte principal.

“Es uno de los deportes más completos porque ejercitas todo. Y me permite desfogar. Para mí el judo es terapia. Vengo a entrenar a un sitio donde estoy a gusto, me desestreso y reseteo. Como llevo aquí desde siempre para mí la gente ya es como mi familia. Hacemos mucha piña, a veces comemos juntos o nos vamos a tomar una cerveza después de entrenar. Para terminar el día viene muy bien”.

El grupo de judo para adultos es bastante heterogéneo: hay alumnos de unos 15 años, que acaban de subir de la clase de los jóvenes, otros están entre los 25 y los 30, como Amaia, y también hay gente más mayor. Hay socios nuevos que vienen a probar y personas que llevan muchos años en la clase.

“Es más completo entrenar con gente distinta. Si te toca con alguien de menos nivel, le enseñas lo que sabes y vas repasando cosas más básicas, y si te toca con alguien de más nivel, aprendes de sus trucos. Cada uno te va enseñando, todos nos enseñamos entre nosotros”.

 

cartel con llaves y teoría sobre el judo

 

Amaia tiene cinturón negro 2º Dan. Explica que el cinturón negro empieza con el 1º Dan y se puede conseguir hasta el 10º. A partir de un punto se asciende de Dan por méritos, por lo que se ha aportado al judo, ya sea a nivel de competición o de otra manera (el profesor Alfredo Elizalde es, por ejemplo, Maestro Nacional de Judo 7º Dan).

“Mi primer Dan lo obtuve con 16 años, que es la edad mínima con la que te lo puedes sacar. Hasta entonces, el entrenador es quien decide el color del cinturón, identificando el nivel del alumno y subiéndole de categorías. Y cuando tienes el cinturón marrón, te puedes presentar al examen para obtener el negro. Esta es ya una prueba externa, que hay que hacer en la Federación ante un tribunal compuesto por tres personas”.

Los examinadores evalúan la experiencia del judoka a través de tres pruebas de katas, práctica y teoría.

“Con uke, el compañero, primero preparas el kata, que es una demostración de cómo se hacen las llaves. Luego en la parte práctica demuestras lo que sabes haciendo con él inmovilizaciones, luxaciones, estrangulaciones… Finalmente, te preguntan oralmente sobre los fundamentos del judo: cómo se llaman los combates y otros conceptos básicos”.

Estos conceptos y la técnica se aprenden, lo importante es tener una buena disposición.

“Necesitas que te guste, pasártelo bien. Es un deporte que requiere fuerza, agilidad y técnica. Pero aprendes a controlar la fuerza y, sobre todo, a aprovecharla, porque no va solo de tener mucha fuerza. En general, en clase, todo el mundo es más grande que yo, y he acabado sabiendo cómo tengo que actuar cuando me enfrento con alguien que es más alto que yo, o también más bajo. Hace falta tiempo de aprendizaje. Yo llevo mucho y siento que me queda mucho por aprender”, reconoce.

 

dos alumnas hacen el saludo de judo

 

Disciplina y respeto en familia

Además de la técnica o la mejora de la condición física, hay otras aptitudes y valores que se refuerzan en este arte marcial.

“Se practica la disciplina y el respeto al compañero. Si lo haces mal, le vas a hacer daño, así que lo tienes que cuidar. Me gusta haber aprendido eso desde pequeña. Entras a clase y todos vamos vestidos iguales, somos iguales: aprendes a respetar a los demás. Esto hace que los que llevamos toda la vida aquí nos sintamos como una familia”.

Amaia cuenta que le parece que ha pasado más horas en clase de judo que en cualquier otro lado. Pasan los años y sigue disfrutando, sobre todo cuando toca la parte de los randoris, su momento favorito de la clase.

“Normalmente empezamos con una parte de calentamiento, después hacemos judo en el suelo (inmovilizaciones, luxaciones y estrangulaciones) y al final de la clase, hacemos randori, los combates en pie. Y si nos quedan ganas, hacemos una serie de abdominales, flexiones… para irnos reventados a casa”, concluye.

Agotados y muy satisfechos, así es como salen los judokas de nuestras clases. ¿Quieres descubrirlo por ti mismo? Apúntate, ¡te esperamos!