Irati Ansorena y Marina Mendívil (19 años) son dos jóvenes amigas unidas por su pasión por la gimnasia rítmica. Estudiaron juntas en el colegio Claret Larraona y practicaron este deporte aquí, en Larraona, desde los 3 años hasta los 16 y 18 años, respectivamente. En el verano de 2021 obtuvieron el título de entrenadoras de nivel 3 y 4, y también han ejercido como secretarias de tapiz, juezas de pista y voluntarias en diversas competiciones. Ahora entrenan con mucha ilusión a nuestros grupos más pequeños de alumnas. “Cuando has estado tan vinculada a un deporte y ha sido tan importante en tu vida, sabes que no lo vas a dejar nunca”, afirma Irati.
Técnica, habilidades y diversión
Las niñas más pequeñas empiezan entrenando una hora dos veces a la semana, los martes y jueves de 17:30 a 18:30h. Marina imparte clase al grupo de 4 a 6 años e Irati lleva al que va desde los 7 hasta los 9 años. A esta edad, el objetivo es que las alumnas se inicien en el deporte. “Queremos introducirlas, que vean en qué consiste la gimnasia rítmica y que se diviertan”, cuenta Irati.
Las profesoras se encargan de motivar a las niñas, de enseñarles las técnicas básicas y de ayudarles a desarrollar las habilidades físicas que necesitan para practicar esta disciplina.
Para ello, empiezan las clases con un calentamiento: hacen ejercicios en el suelo de pierna o espalda o a veces comienzan corriendo para entrar en calor. Después dividen a las alumnas en filas y realizan ejercicios: lanzar la pierna, saltos… A continuación, este último mes han introducido ejercicios con aparatos como la cinta o la pelota, para que cojan un poco de técnica. “A las niñas les hacen mucha ilusión, se vuelven locas”, cuentan las profesoras. “Cuando se apuntan a veces piensan que van a poder trabajar directamente con los aparatos, pero también tienen que practicar ejercicios como el espagat, los puentes o los saltos”. Por último, terminan la clase con un juego.
El mundo de la competición
En estos niveles no es tan importante la capacidad física de las alumnas, mientras tengan ganas de aprender.
“Si se ve que alguna niña destaca o que tiene más potencial, se habla con el resto de las entrenadoras para que la vean y valoren la posibilidad de subirla de nivel”, explica Irati.
La edad para empezar a competir depende de cada persona. En el caso de Irati y Marina, ellas comenzaron a los 6-7 años. “Vimos que se nos daba bien y empezamos a competir, así que se convirtió en algo más que una extraescolar. El tema de las competiciones enganchaba”, confiesa Marina. “Subir de nivel motiva”, coincide Irati.
Los niveles de competición van desde el 4, que sólo incluye torneos autonómicos, hasta el 1, que es lo más arriba que se puede llegar: la clasificación en el Campeonato de Navarra y la participación en los campeonatos organizados por la Real Federación Española de Gimnasia. En este último grupo están el Campeonato de España, al que solo acuden 5 conjuntos de Navarra, y la Copa, en la que compiten los 2 primeros conjuntos de cada Comunidad Autónoma. En el penúltimo año que estuvieron compitiendo, Marina e Irati se clasificaron para la Copa, el logro que más ilusión le ha hecho. “No nos lo creíamos. En Navarra hay mucho nivel y en el mundo de la competición nada es seguro. Te lo juegas todo en dos minutos y medio”, comentan.
Confiesan que las dos eran muy competitivas y se enfadaban cuando algo salía mal. “Es la rabia del conjunto, si fallas fastidias a todo el grupo”, señala Irati. “Pero siempre nos hemos llevado muy bien entre todas, no hemos tenido ninguna bronca. Estábamos muy unidas”.
Se trata sin duda de un deporte exigente, pero sumamente apasionante para quien lo practica. “Hay mucho trabajo detrás, aunque hay gente que solo se fija en la cinta”, dice Irati. “Muchas veces la gente no se da cuenta de lo que cansa, hasta nos decían que no era un deporte. Pero no sólo llegamos y bailamos en el tapiz, hay toda una preparación física detrás para poder hacerlo”, confirma Marina.
Esfuerzos que merecen la pena
La gimnasia rítmica, además de ayudar a flexibilizar y acondicionar el cuerpo, educa en toda una serie de valores como la disciplina o el trabajo en equipo.
“Estar unidas y compaginarse marca la diferencia en un conjunto”, asegura Irati. “Hay que saber ayudarse y muchas veces entenderse con una mirada, porque no se puede hablar”.
Respecto a la disciplina, la deportista dice que practicar gimnasia rítmica le fue de gran ayuda. “Entrenábamos mucho, así que aprendí a aprovechar los ratos que tenía libre. De hecho, me organizaba mejor cuando tenía entrenamientos. Creo que me ha ayudado a ser como soy”.
Conforme iban creciendo fueron aumentando las horas de entrenamiento, hasta los últimos cursos, en los que Irati y Marina sólo paraban de entrenar en el mes de julio. En agosto llegaban a entrenar entre 5 y 7 horas al día de lunes a viernes, y durante el curso, entre 4 y 5 horas a la semana. Lo han terminado dejando porque se les hacía difícil compatibilizarlo con los estudios de Bachillerato y ahora con los estudios superiores que están realizando. Eso sí, no tienen intención de desvincularse de este deporte, y se plantean obtener los títulos correspondientes para entrenar en categorías superiores.
“Con el paso de los años cuesta más estar arriba, porque el cuerpo cambia y hay más lesiones”, explica Marina. “Ahora se nota que tenemos más flexibilidad que el resto de las personas, pero aún así no es tanta como la que teníamos antes”.
Ahora se ejercitan en el gimnasio y acuden a nuestras clases de spinning y GAP. También procuran seguir estirando y hacer el espagat, y disfrutan reviviendo en las clases que imparten todo lo que ha supuesto la gimnasia rítmica en sus vidas. “Practicas todo tipo de movimientos: equilibrios, saltos… y aporta una gran preparación física, no es solo un baile”, expone Marina. “Me parece el deporte más bonito sin ninguna duda”, concluye su compañera Irati.