Cristina Jaurrieta lleva en el Polideportivo Larraona desde que se inauguró, hace dieciocho años. Por aquel entonces, en 2003, su hija, Silvia Ciaurriz, tenía seis añitos y seguía a su madre a todas las clases. Hoy siguen compartiendo su pasión por la gimnasia rítmica, enseñando juntas en nuestro gimnasio.
Gimnastas desde niñas
Con ocho años, Cristina ya calzaba punteras, aunque no para hacer gimnasia rítmica, sino ballet clásico. Lo hizo en la Escuela de Danza, hasta que cuatro años más tarde, comenzó a practicar gimnasia rítmica en su colegio, el Sagrado Corazón. Y desde entonces, no lo ha dejado. Por eso, su hija Silvia creció entre aros, cintas y mazas, acudiendo a las clases que daba su madre.
“Tenía dos o tres añitos y era una más de las alumnas”, explica Cristina. “Mi madre me decía: ‘Aquí no me llames mamá, llámame Cristina’”, recuerda Silvia. “¡Para mí era muy difícil!”.
A los siete años ella empezó a competir y lo sigue haciendo hoy en día. “La primera competición que tuvimos en el Polideportivo Larraona fue en el curso 2004-2005, en el Anaitasuna”, comenta Cristina. Asegura que es “una gozada” ver a las niñas crecer y acompañarlas en el proceso. Algunas siguen competiendo a nivel profesional y otras incluso acaban entrenando a otras, como su hija.
Y entrenadoras desde jóvenes
Silvia se sacó el primer nivel de título de entrenadora con dieciséis años, en 2013, y el segundo en 2020, así que el año que viene espera lograr el del tercer nivel. Actualmente entrena en el polideportivo a niñas de iniciación y competición y, además, está impartiendo la clase de abdominales exprés.
Cristina tenía un año más que ella cuando comenzó a ser entrenadora, cuando en 1986 la hija de Ivanka Tchakarova (1932-2009), una de las impulsoras más importantes de la gimnasia rítmica en España, le pidió que le ayudara en el gimnasio Navarra Squash. Al año siguiente le ofreció su puesto de trabajo y Cristina se quedó a cargo de casi un centenar de niñas. Pasó por otros centros hasta que en 2003 llegó al Polideportivo Larraona junto a nuestro gerente, Alfredo Elizalde.
Ahora madre e hija entrenan junto con las profesoras Anna Tuktarova y Patricia Berastegui. “Somos un equipo, hablamos el mismo lenguaje”, asegura Cristina, que es la más veterana.
Para lo bueno…
Silvia ha hecho la carrera de INEF y no se ha desconectado nunca de la gimnasia rítmica. “Ha sido parte de mi formación; el TFG lo hice sobre métodos más seguros de flexibilidad para las gimnastas. Ahora quiero hacer el máster de educación para poder ser profesora de Educación Física”, explica. Su madre le ha ido ayudando en todo, ya que, de alguna manera, está siguiendo sus pasos.
“Esto nos ha unido muchísimo. A mí me da mucha paz”, dice Cristina.
“He vivido cosas con mi madre que de otra forma no habría podido. En las competiciones, los familiares están en las gradas, pero yo la tenía siempre a mi lado”, añade Silvia.
“Recuerdo que cuando en los campeonatos le tenía que poner el moño a Silvia me emocionaba, me ponía muy nerviosa”, confiesa Cristina. “Era ese sentimiento de entrenadora y madre a la vez. Hemos vivido muchos momentos emocionantes”.
“Normalmente justo antes de entrar a actuar, con todos los nervios y emociones, en el túnel de salida, la entrenadora te da una charla de concentración y motivación. A veces no hace falta. Mi madre estaba ahí y me daba fuerzas para salir”, expresa Silvia.
Su madre cuenta que después de actuar la gimnasta abraza a las entrenadoras. “Para mí es ese sentimiento de satisfacción porque ha hecho bien el trabajo y, además, de ser su madre”.
…Y lo malo
Por supuesto, además de esos momentos tan entrañables, hay otros que no lo son tanto. “A veces nos hemos enfadado en casa y luego hemos tenido que venir a entrenar”, comenta Cristina. “O al contrario, nos hemos enfadado en el entrenamiento y cuando te vas a casa la entrenadora se viene contigo”, dice Silvia. “No ha sido fácil, pero prevalece lo bueno sin duda”, coinciden madre e hija.
Una familia deportista
Cristina tiene otro hijo, César, que también sigue la rama deportiva. “De pequeño hizo, ballet, gimnasia, kárate… pero ahora es futbolero”, comenta su madre.
Defiende que todo lo que sea deporte, a un niño le viene fenomenal. “Debería estar en todos los hogares. En las actividades deportivas aprendes a base de esforzarte”. “Te enseña a saber luchar un poco”, añade Silvia.
“En gimnasia rítmica las niñas aprenden a trabajar duro y a tolerar la frustración. No entrenamos para ganar, ni con la cabeza en el pódium, sino que la recompensa es esa: la posibilidad de disfrutar del deporte que nos apasiona y la satisfacción de saber que nos esforzarnos en ello”, concluye Cristina.