Patricia Suescun tiene 16 años y estudia 1º de Bachiller de Humanidades en el Colegio Claret Larraona. Empezó con gimnasia rítmica desde pequeña y estuvo 4 o 5 años, pero lo dejó porque no le venía bien para la espalda. De ahí probó bailes, zumba, gimnasia artística… y la última actividad ha sido clases de kickboxing.
“Me apunté porque quería cambiar de actividad. Aquí en el polideportivo he hecho deportes de todo tipo y tenía ganas de probar algo nuevo. Un compañero de clase que hace kickboxing me invitó a apuntarme a las clases. Me gustó y seguí”.
En clase coincide con Eneko Morteruel (20 años), que está haciendo un curso en la Escuela Taller de albañilería, que le ocupa todas las mañanas. Por las tardes, se dedica a entrenar. “Como mínimo voy los martes y jueves a las clases de kickboxing. Además, practico en la sala bajo gradas por lo menos dos veces por semana y, una vez, en la sala del gimnasio”.
Eneko había hecho distintos deportes de contacto antes, como judo o Artes Marciales Mixtas (MMA), y lleva un año en nuestro polideportivo.
“Estuve en otro gimnasio, pero no me venía bien. Para venir aquí la villavesa me deja casi en la puerta, así que decidí probar. Lo de la sala bajo gradas, el poder tener la libertad de entrenar más días por semana, es un puntazo”.
Un arte marcial muy completo
Patricia explica que el kickboxing es un arte marcial que combina el boxeo con el tren inferior: “Patadas, rodillas, etc. Es algo más completo. Cada uno tiene su técnica, pero tienes que seguir determinadas normas. En una competición es un jurado quien determina qué persona gana a la otra”.
En clase se comienza calentando todos los grupos musculares. A continuación, se hacen parejas y una persona practica con la otra distintas series, con diferentes combinaciones de golpes. Luego se hace a la inversa, para que las dos personas de la pareja practiquen. Y la última parte de la clase se hace sparring, es decir, entrar a competir con la otra persona, o se dedica un rato al saco.
“Hacemos pareja con gente de niveles parecidos, o a veces de otros niveles, para aprender. En clase hay muy buen ambiente y hay un poco de todo, no todo el mundo es buenísimo. Cuando alguien llega nuevo, el entrenador, Josetxo, lo ayuda a integrarse poco a poco, y también los compañeros”, cuenta la alumna.
“Hay gente de distintas edades”, añade Eneko, “hasta hemos tenido a padres y a chavales más pequeños. Yo entreno un poco fuerte, me gustan los combates, pero no se le hace ningún feo a nadie. Se le trata a todo el mundo por igual y eso mola. Somos una piña, nos llevamos todos muy bien”.
Cultivando el respeto
Eneko cuenta que cuando se apuntó a Larraona su principal motivación para hacer ejercicio era mejorar su condición física, pero aclara: “Para mí es vocación. Empecé judo con 4 años. No me gustaba el fútbol o el tenis, me encantan los deportes de combate desde crío”.
A Eneko le gusta combatir, pero eso va más allá de la idea que se tiene desde este deporte: “Soy una persona en edad de salir y veo las broncas que tienen los chavales hoy en día. Yo soy consciente del daño que puede hacer pegar a alguien. Sabes que puedes hacer daño y que no arreglas nada pegándote”.
“En general, se tiene una visión mala del kickboxing, como un deporte de brutos, muy criminalizado. Cuando entras aquí rompes ese estereotipo No es así. Es un deporte como cualquier otro, es un arte marcial, y te enseña unos valores”, comparte Patricia. “Hay un ambiente de completo respeto, cada uno trata de hacer las cosas bien. También aprendes a controlar tu cuerpo, a saber dónde pones la fuerza y a gestionar la mente, a tener la mente fría, a mantener la seriedad y no perder los papeles”.
“Además, te aporta mucha tranquilidad y desfogas un montón”, añade Eneko. “Sobre todo cuando le das al saco, que le das más fuerte. Te viene genial para la cabeza. Y también la disciplina. Hoy, por ejemplo, no me apetecía ir a entrenar, pero acabo yendo, siempre hay algo que me mueve a ir”.
“A mí me permite desfogarme, desinhibirme. Cuando entras en el tatami vas a entrenar, a hacer lo que te gusta. El estrés, el trabajo…todas las tensiones las dejas fuera. Es bastante intenso como deporte, implica mucha fuerza. Me gusta mucho. Mi intención es seguir el año que viene si Bachiller me lo permite”, asegura ella.
Acogida más allá de los estereotipos
Los dos alumnos animan a que más gente pruebe esta disciplina.
“Si hay alguna chica, que no se intimide por pensar que es un deporte de chicos”, expresa Patricia. “No depende del género, sino de la personalidad de cada uno y de las ganas que tengas de hacerlo. Al entrar a mí esto me echaba un poco para atrás, pero esos estereotipos también hay que quitárselos. En clase ahora estamos tres chicas”.
Quien quiera que venga será bienvenido y bien acogido, así lo asegura la estudiante.
“Josetxo, el entrenador, se ve que es una persona que tiene mucho nivel y que se encarga de cuidar a sus alumnos. No viene solo a hacer su trabajo y se va, como podría pasar en otros sitios. Y este es un plus que invita a quedarse. Te anima a que sigas trabajando, a que sigas viniendo”.
“Es un entrenador muy cercano, eso es lo que falta en otros gimnasios que he probado, donde pasas más desapercibido. Es un pasada la implicación de Josetxo”, coincide Eneko.
Una de las iniciativas extra en las que participa es el combate entre clubes. Los entrenadores de gimnasios en Pamplona organizan encuentros en los que combaten alumnos de distintos clubes, sin que sea una competición oficial. El próximo tendrá lugar el 14 de enero en la Txantrea y acudirán varios alumnos de kickboxing de Larraona. “Es impresionante”, cuenta Eneko. “En el último que estuve entré con una mentalidad y salí de ese ring con otra. Me dio un montón de hambre de seguir mejorando, de pulir cosas. Desde entonces no he parado de entrenar”.