El pasado miércoles 7 de mayo se vivió una tarde diferente en el Colegio Mayor Larraona. En plena época de exámenes, el ambiente entre los estudiantes suele ser de concentración y silencio. Pero coincidiendo con la celebración de la Feria de Abril, nuestros alumnos de sevillanas llenaron el espacio con el sonido de las palmas, las castañuelas y las sevillanas.
Un miércoles de palmas y zapateo
Los alumnos del Polideportivo Larraona, acompañados por la profesora Maricruz, llegaron vestidos con los trajes típicos andaluces y su habitual alegría y energía. Entre ellos estaban Candi Romero López, que lucía un mantón rojo, y Nati Coronado Rey, con un traje de flores en tonos rosa. Ambas llevan años bailando en el polideportivo y comentaban, minutos antes del inicio, lo mucho que disfrutan ensayar y presentarse en este tipo de eventos.
El baile arrancó con pasos tradicionales, sevillanas en cuatro tiempos, y fue creciendo con coreografías en rueda, bailes con mantones, castellanas, y rumbas. Todo pensado no solo para mostrar lo aprendido durante las clases de sevillanas, sino también para invitar a participar a los colegiales.
El público se contagia de alegría
Al principio, los colegiales observaban desde sus sillas, algo tímidos. Pero como bien dijo Candi, momentos antes de la presentación: “Tenemos muy claro que es una fiesta. No se trata solo de mirar cómo bailamos. Tienen que bailar.” Y así ocurrió.
La colegiala Marina Hinojosa fue una de las primeras en animarse a bailar con las alumnas de sevillanas. “Ha sido una experiencia muy divertida”, comentaba con una sonrisa. A ella se unieron otras como Elena Murillo o Inés María Luna, que destacó lo liberador que fue tras horas de estudio. Poco a poco, el salón se convirtió en una pista donde los pasos no eran perfectos, pero la actitud sí.
Tradición que conecta
No era la primera vez que las alumnas del polideportivo bailaban en Larraona. De hecho, ya es el tercer año que se presentan allí. Y recientemente, también actuaron en la residencia Amavir, donde cantaron la “Salve Rociera” y lograron que muchos residentes se unieran a cantar. “Nos anima muchísimo salir, vestirnos y enseñar lo que hemos aprendido”, decía Candi con entusiasmo.
Una pausa con sentido
Lo que comenzó como una actividad cultural terminó siendo una pequeña fiesta, una pausa que muchos de los colegiales agradecieron en medio del ritmo exigente de mayo. Y es que no se trataba solo de bailar: se trataba de compartir, reír, mover el cuerpo y, por un rato, olvidarse del estrés.
Y para nuestro alumnado de Sevillanas fue una oportunidad más para demostrar y poner en práctica lo que han aprendido durante el curso y para compartir su arte y su alegría. Próximamente, alumnos de otras disciplinas también realizarán sus exhibiciones de final de curso.